Innovar es una palabra de absoluta tendencia, y, como siempre que un concepto se vuelve imperativo en cada conversación, el término comienza a desdibujarse y emplearse de manera interesada. Si, es cierto que la definición base del término es la de mudar o alterar algo, introduciendo novedades, parece que mucha gente se ha parado solamente en el último tramo, el de introducir novedades, pero no se para a pensar en la primera parte: mudar, o alterar, o lo que es lo mismo, cambiar la esencia de algo.

No obstante, empezamos a ver voces críticas. Recientemente aparecía un artículo en la BBC explicando que las supuestas innovadoras compañías de entrega a domicilio (principalmente comida) que ahora están proliferando no hace nada muy distinto a lo que llevan haciendo los Dabbawala en India los últimos 125 años. Estas nuevas empresas, en muchos casos, lo único nuevo que hacen es emplear una herramienta digital en un modelo de negocio tradicional. ¿Es eso innovar?

Hace unos siglos se combatían las enfermedades con sanguijuelas, cataplasmas, ungüentos… hasta que en el siglo XIX una serie de científicos empieza a evolucionar las teorías de que unos organismos invisibles son los causantes de aquellas, y comienzan a investigar y desarrollar métodos concretos, quizá sea el descubrimiento de la penicilina el más relevante, para curarnos. De su trabajo nace un cambio de paradigma en la medicina y en la sociedad humana en general, que hace desaparecer los métodos tradicionales de curación prácticamente en su totalidad. Pero este es solo un ejemplo.

Como relata el autor de Innovar o desintegrarse, la innovación es algo vital para la evolución de la sociedad, pero no debe ser ni mal entendida, ni perseguida a toda costa. Y menos al presentar productos o servicios a los clientes, cuyas demandas o necesidades divide principalmente en dos: las satisfechas y las no satisfechas. A partir de ahí, las empresas pueden trabajar en ambas necesidades del cliente, otorgando mejoras en las necesidades satisfechas (ya sea en precio, en calidad, en forma de acceso…) y trabajando para identificar y ofrecer productos y servicios nuevos para aquellas necesidades hasta ahora insatisfechas.

La innovación es vital, pero no es el fin último de todas y cada una de las acciones de cada empresa, y no es ni mucho menos cambiarle el color o el tamaño a algo. Eso si, hay que estar pendiente de ella, porque de no asumir ciertos cambios de paradigma a tiempo, lo más seguro es que estemos finiquitando nuestro futuro

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