Nueva seguro, pero de normalidad ha quedado poco, y ahora que comenzamos a pasar por la oficina lo vemos mucho más claro: la modalidad de trabajo ha cambiado para siempre.
La oficina, el entorno que al principio creíamos mucho más avanzado que nuestro casero despacho, tiene ahora que ponerse al día con aquellas comodidades y demás ventajas que hemos sabido sacar al teletrabajo; pues si nuestras casas han tenido que aprender y adoptar muchas de las herramientas que dábamos por sentadas en la oficina, sobre todo a nivel tecnológico, nuestras oficinas tienen ahora que hacer el ejercicio contrario, sobre todo a nivel de satisfacción del empleado.
Expertos en flujos de trabajo como Peter Thompson, autoridad en cambios organizativos y de liderazgo para empresas, ven una brecha todavía importante entre el trabajador y las empresas actuales. En su caso particular, Peter Thompson argumentaba —incluso antes del Covid-19— a favor de esta observación a través del siguiente comentario a BBVA OpenMind: “[…] la mayoría de empresas siguen aplicando prácticas propias de la era industrial en la era de la información, funcionando como sistemas de mando jerárquicos en un mundo compuesto por individuos interconectados y empresarios autónomos.”
Esta brecha se ve generalmente acusada por la resistencia que presentan algunas organizaciones en la implementación de herramientas y métodos flexibles que se actualicen y ajusten a las necesidades cambiantes de los trabajadores, así como de la exigencia, siempre presente, pero ahora protagonista, de poder equilibrar el trabajo con nuestra vida personal. Es por ello que toca replantearse la forma de trabajar, tanto en aspectos que pudieran parecer más obvios como los de higiene y seguridad, como en algunos que solemos dejar de lado y ahora son clave: la flexibilidad de horarios, la implementación del teletrabajo como opción real, facilidades de transporte, mejora en infraestructuras o avances hacia tecnologías tan bien dirigidas al usuario como lo suelen estar al producto.
Como en otros muchos ámbitos sociales, y el trabajo no deja de pertenecer a este grupo, un cambio tan grande suele venir tras un movimiento disruptivo y revolucionario. Esperemos, que si de algo ha servido esta pandemia, sea como impulso y aviso para tratar de subsanar las deficiencias del trabajo presencial en a esta nueva normalidad.