Vivimos en un entorno altamente competitivo, donde la ventajas temporales se miden en ocasiones en pocos meses. Las compañías líderes invierten valiosísimos recursos para mantener su posición dominante, mediante la innovación continua, mejorando sus productos, sus modelos de relación, sus estrategias de comercialización, mientras que sus seguidores/competidores se esfuerzan igualmente por no perder la estela y con el claro objetivo de desbancarles de lo alto del podio, aspirando a encontrar la “pócima mágica” que les catapulte a la conquista del Angliru empresarial … y sí, en esta competición ¡el doping es legal!
Este frenesí innovador debe ir acompañado de un modelo de desarrollo y de despliegue acorde, sincronizado con la velocidad del mercado y con la velocidad de la “factoría de ideas”. Es aquí donde las metodologías ágiles cobran protagonismo. Pero ¿de dónde viene esta agilidad?. Son diversos los factores que aportan dinamismo a estas metodologías frente a sus primas lejanas ‘tradicionales’:
Las metodologías ágiles se caracterizan por su enfoque orientado a la acción, pragmático, quitando la “grasa” y lo superfluo para centrarse en la obtención de resultados, prototipos usables, y basado en el las comunicaciones face-2-face. En el lado opuesto, las metodologías tradicionales establecen requisitos exhaustivos de documentación y seguimiento, cada fase recibe uno o varios inputs y genera a su vez uno o varios outputs, documentos kilométricos que establecen el guión a seguir en las fases posteriores, además de obligaciones administrativas y de seguimiento que pueden llegar a suponer un lastre.
Pero OJO, esto no significa que en el manifiesto ágil impere la anarquía documental y administrativa, no, sencillamente las tareas de documentación se reducen al mínimo necesario e imprescindible para garantizar la continuidad del proyecto y mantener el foco en los aspectos relevantes del desarrollo. Esto en ocasiones es visto como una debilidad de este tipo de sistemas “indisciplinados”, donde escasea la documentación técnica. Sin embargo en el enfoque tradicional, el esfuerzo titánico de literatura forzosa impone un ritmo que asfixia la innovación y bloquea la creatividad; Los actores del final de la cadena no tienen espacio para realizar aportaciones, se ciñen al guión sin más, sin cuestionar, sin romper barreras ni proponer alternativas. En cuanto al seguimiento, se establecen breves reuniones con agendas muy concretas donde se analiza el estado del proyecto, y básicamente se expone lo conseguido en el periodo comprendido desde la última reunión.
Enfoque iterativo y flexible
Una de las principales características de las metodologías ágiles es su acercamiento iterativo e incremental, con ciclos cortos de desarrollo (1-4 semanas), donde el entregable (prototipo) al final de cada ciclo debe ser funcional y libre de errores. Esto permite minimizar los riesgos y orientar al grupo en la consecución de objetivos a corto plazo, visibles y tangibles, lo que redunda además en una alta motivación; los integrantes son conscientes desde el primer día de lo que tienen que conseguir en este ciclo, y el contexto temporal es lo suficientemente acotado como para no perder el foco.
Lo realmente diferenciador radica en que los requerimientos y las prioridades se re-evalúan ¡después de cada ciclo!. Esto podría llegar a ser visto como una herejía por los puristas de las metodologías tradicionales, en las que los documentos de requisitos y planificación se erigen como los mandamientos del proyecto, y su modificación es casi misión imposible. Su flexibilidad a la hora de establecer los requerimientos y prioridades, su dinamismo y su carácter iterativo proporcionan un contexto ideal para la evolución continua del producto, permitiendo los cambios de dirección (que no de sentido) necesarios para la consecución de los objetivos establecidos.
No obstante, nuevamente hay que hacer hincapié en no confundir esta flexibilidad con una total anarquía. Existen normas y buenas prácticas que se deben cumplir para no caer en el caos. Una vez definidos los objetivos, prioridades y planificación del ciclo, éstos deben ser inamovibles. Esto es, flexibilidad después y antes de cada ciclo, pero ¡rigurosidad durante cada uno de ellos!.
Organización y Colaboración
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