En los últimos años hemos visto un crecimiento acelerado de la innovación dentro y fuera de las organizaciones. Uno de los objetivos de ello ha sido el de empatizar y conocer profundamente la necesidad del cliente. Así ofrecerle soluciones efectivas y a la medida de sus cambiantes necesidades, sobre todo en el contexto de la pandemia.

En ese sentido, las metodologías ágiles que las empresas tienen a su disposición para impulsar la innovación y la creatividad incrementan cada vez más en número. Dentro de las múltiples miradas y perspectivas para administrar innovación a la interna, es importante evaluar por cuáles podríamos apostar e implementar, para mejorar la forma en la que hacemos las cosas.

Para ser capaces de innovar y dar con una respuesta o solución a un problema de negocio resulta primordial empatizar con el cliente, sea interno o externo. Convirtiéndose entonces en una organización que coloca al usuario en el centro, una estrategia conocida como customer centric. En la actualidad, esta se utiliza como un enfoque holístico para ofrecer productos y servicios que buscan entregar experiencias de primera clase en cada punto de contacto, así como encontrar soluciones efectivas a los pain points en el journey del cliente.

Por un lado, una de las metodologías más conocidas es la del design thinking. Esta permite, a través de entornos de pruebas y experimentación, obtener soluciones más eficaces antes de diseñar y desarrollar un producto particular. El design thinking tiene un gran potencial transformador. Permite abordar problemas que están mal definidos para redefinirse y centrar las iniciativas en soluciones efectivas, una de sus grandes ventajas es que puede usarse en cualquier industria.

Por otro lado, existen metodologías como agile, que no atacan el problema entero, sino que lo fraccionan en pequeños bloques para actuar de manera más rápida y flexible. Muchas empresas líderes aplican el agile y han tenido grandes resultados, como Google, Amazon y Microsoft, y es que su éxito radica en que existen espacios para analizar todas las opciones posibles en cada momento del proyecto sin afectar su totalidad.

Al final, independientemente de la metodología a utilizar, esto supone una transformación en los esquemas de trabajo para explotar al máximo los recursos personales y tecnológicos.

¿Qué necesitamos para innovar?

Lo primero es aprender a pensar de forma creativa, reforzando mecanismos cognitivos, practicando con métodos de pensamiento lateral y lluvia de ideas por grupos de trabajo interdisciplinarios o silos, de modo que la dinámica sea mucho más productiva; y para lograrlo, es importante que dentro de las empresas se destinen espacios específicos en donde los colaboradores puedan dejar fluir su creatividad libremente.

La innovación que surge de un proceso en el que se han aplicado metodologías ágiles no tiene por qué ser el lanzamiento de un nuevo producto, sino que también puede estar más enfocado en optimizar un proceso.

Así mismo, hay que tener en cuenta que hay ciertos factores que pueden afectar nuestro proceso creativo, como el estrés, tensión excesiva, cansancio, entre otro. Todo ello producto de malos hábitos en el trabajo, desorganización y sobrecarga laboral. Por eso, es importante crear espacios, ya sean físicos o digitales, que ayuden a los colaboradores a trabajar de manera más ordenada y creativa.

Otro factor muy importante que puede impactar positivamente en los equipos es el tener líderes visionarios. pues sirven de inspiración para los demás. Son ellos quienes definen las estrategias y focos en los cuales se va a innovar, lideran el proceso creativo y son los encargados de brindar y asegurar los recursos necesarios para todo el proceso. Así como hacer seguimiento a los resultados obtenidos hacia el final de cada proceso o silo.

Cultura de innovación

El principal beneficio de trabajar una cultura con foco en la innovación es lograr que la organización se adapte a escenarios en constante cambio. De esta manera, se vuelven más resilientes y siempre están preparadas para innovar frente a los cambios, enfrentándose con éxito a los retos que se presentan en el camino.

La cultura de innovación fomenta una cultura de trabajo más dinámica y feliz, así como la autonomía de cada colaborador. Brindan el sentimiento de liderazgo y también apoyo por parte del líder y del equipo para que cada uno contribuya con lo que considera una innovación, en cuanto a procesos, productos o servicios.

Impulsar una cultura de innovación no es fácil, pues muchas organizaciones la toman como un norte y no como una herramienta para alcanzar sus objetivos de manera más eficiente. Para implementarlo, no solo es necesario que los líderes y la alta dirección estén comprometidos, es vital que la organización entienda el sentido de urgencia de adaptarse a una nueva cultura, ya que, de lo contrario, el cambio tendrá poco sentido y podría quedar como un esfuerzo aislado e incompleto.

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