Piensa durante 1 minuto: ¿Qué contestarías a esta oferta de trabajo?

«Se buscan hombres para viaje peligroso. Sueldo escaso. Frío extremo. Largos meses de completa oscuridad. Peligro constante. No se asegura el regreso. Honor y reconocimiento en caso de éxito».

En 1907 este anuncio en el Times tuvo una respuesta de más de 5.000 aspirantes, que querían ir de expedición a la Antártida conjuntamente a Ernest Shackleton.

Como diría Rafael El Gallo: «Hay gente pa to«, pero lo cierto es que las personas, en la mayoría de los casos nos movemos por algo mucho más importante que el dinero o el riesgo, y es el sentido de pertenencia y el reconocimiento. Esto hace que asumamos riesgos impensables, que hagamos esfuerzos desmedidos o que colaboremos desinteresadamente por causas en las que creemos.

En la actualidad, en las empresas se necesita recuperar este espíritu aventurero, se necesitan directivos que entiendan que estamos en medio de una gran revolución socio-económica donde el cliente, gracias a la adopción de la tecnología, ha cogido una fortaleza inimaginable hace sólo unos años, y donde las nuevas start-ups con modelos de negocio altamente innovadores, enormemente orientados al cliente y terroríficamente eficientes están ganando cuota de mercado en casi todos los sectores de actividad.

Cuando hablo con directivos en las grandes empresas, habitualmente grandes profesionales, detecto temores y en algunos casos bloqueos, que les impiden emprender el camino sobre lo que ellos mismos saben que deberían hacer. En las grandes empresas se ha implantado una cultura del castigo, al estilo del cómic ‘The Punisher«, que impide que cualquier intento de innovación, ya que el responsable es castigado por la estructura jerárquica y que evite cualquier pensamiento que rompa el status-quo.

Todo el que tiene espíritu innovador, sabe que hay que fallar muchas para acertar en una, y por eso pocos son los que arriesgan su posición, en aras de hacer lo que se debe hacer y decir lo que se debe decir.

Nuestras empresas, todas, las grandes, las medianas y las pequeñas, necesitan hacer un ejercicio notable de innovación real (no de la de los anuncios y los eventos con la prensa), necesitan que sus directivos se equivoquen, que asuman riesgos y que encuentren el camino para no ser abandonados por sus clientes, ser incapaces de competir o simplemente languidecer en el ether del nuevo mundo digital.

El primer paso es cambiar nuestra cultura, de las empresas y casi diría la del país, dejar de tener miedos y apuntarnos a ese viaje peligroso a lo desconocido, donde hay frío polar, largos meses de oscuridad, peligro constante y no se asegura el regreso, pero que en caso de éxito se asegura el honor y un reconocimiento que no se puede pagar con dinero.

¿Seguirías contestando lo mismo? No, pues es el momento, es tu momento… ¡A por ello!

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Sobre el autor

Jorge del Río

Director de tecnología y un apasionado de la innovación con el fin de fidelizar clientes.

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