En 2018 Facebook anunciaba un plan para generar una ciudad en el mismo campus de la empresa, un plan que incluía 1500 apartamentos para los empleados. Se volvía a hablar de modelos de trabajo en oficina y de las ventajas del contacto con los compañeros; de estar en un espacio compartido y del diseño del mismo, se mencionaban términos como Bürolandschaft, acuñado en los 50 tras un periodo posguerra de renovación ideológica y de infraestructuras en Alemania que se podría traducir como “paisaje de oficina” y que llevó a la oficina diáfana. Se hablaba del trabajo en la oficina lo suficiente para que Facebook anunciara una ciudad dormitorio y que Patrick Pinchette, antiguo director financiero de Google, respondiera ante la pregunta de cuántos empleados teletrabajaban en la compañía con un “Cuantos menos mejor”.

En Mayo del 2020 Prudential Financial saca un informe en el que, tomando el pulso a los trabajadores de Estados Unidos, donde la pandemia sigue siendo un problema a gran escala, declara que el 54% de los trabajadores preferiría teletrabajar en el futuro siendo el porcentaje mayor (68%) entre aquellos que lo están haciendo en la actualidad.

El discurso cambia: Facebook espera tener hasta a la mitad de sus empleados trabajando remotamente en 2025, Quora se ha declarado como empresa primariamente remota, lo que significa que presupone, tras el contrato, que el empleado trabajará remotamente a no ser que se acuerde lo contrario, incluso una vez el virus no sea una amenaza.

Pasamos del Bürolandschaft de los 50 al WFH del 2020. Pero no por ello lleva el teletrabajo menos recorrido histórico que el trabajo presencial, y por desgracia para nuestra nueva normalidad, no tiene un historial impecable y cuenta con numerosos detractores como Tom Allen del MIT durante los 80 o Edward T. Hall en los 60, cuyos trabajos recalcan la importancia del contacto en la oficina para agilizar el intercambio de información y afectar positivamente al comportamiento del empleado. Ensayos y estudios que no sin razón, quedan fuera de nuestros avances tecnológicos.

Queda por tanto un escenario dividido, donde ya no cabe pensar que el teletrabajo sea una cuestión imposible o que no sea necesaria para asegurar la salud del empleado, pero donde sí hay espacio para discusiones. Quedan aquellos que argumentan a favor del diseño como solución al distanciamiento en las oficinas, muchos partidarios de los famosos cubículos que no hacen favor alguno al argumento más sólido: la importancia del contacto.

Frente a ellos entran los discursos sobre los avances tecnológicos y las ventajas en el ahorro de los desplazamientos, de la seguridad del empleado y la flexibilidad en el trabajo.

Son las grandes empresas quienes desvelan el marcador, y parece ser que, por el momento, el teletrabajo es la opción más acertada; pero la pregunta se mantiene: ¿volveremos a la oficina tras la vacuna?

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Sobre el autor

Mariola Montoya

Periodista y comunicadora audiovisual que junto a su curiosidad innata da un enfoque único a su contenido.

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