Algunas empresas parecen estar diseñadas para que nada ocurra. Todos sus procesos burocráticos, las aprobaciones (que deben venir de Dios), sus luchas fratricidas departamentales, sus cotos de poder, la tecnología y los sistemas de información, así como los temas legales y regulatorios, ejercen diferentes fuerzas que hacen que cualquier inconsciente que quiera iniciar un proceso de innovación o transformación se arriesga a iniciar una lucha contra todo y contra todos para que las cosas cambien y mejoren.
Es terrible, es devastador, cuando alguien detecta algún aspecto mejorable en el negocio, y debido a todas las fuerzas «oscuras» que forman parte del ecosistema de las grandes empresas, acabe tirando la toalla antes de iniciar un proceso de mejora, porque el esfuerzo necesario para mover la maquinaria es mucho más grande que la capacidad de moverla. Así mismo, año tras año desde hace décadas vamos viendo como gigantes de ciertos sectores no se suman a la innovación porque a ellos les va bien en ese momento, para desaparecer del mercado, o tener que reconducir drásticamente la situación, pocos años después (recordemos aquí casos como los de Blockbuster, cuya terca apuesta por el modelo tradicional de alquiler de vídeo le hizo derrumbarse a principios del nuevo milenio, mientras que su competidor de aquella época, Netflix, hoy es un ejemplo para su industria),
Fruto de esto, los profesionales y directivos, con grandes ideas, capacidades y empuje, se van transformando en un Working Dead. Si nada se puede hacer por cambiar, ¿para qué vamos a resaltar dónde están los problemas? ¿Para qué vamos a investigar posibles soluciones? ¿Para qué vamos a aprender nuevas estrategias, herramientas o formas de hacer las cosas? ¿Para qué vamos a hacer un esfuerzo extra? Poco a poco y de una forma gradual, a base de ser incapaces de mover la maquinaria de la innovación, nos vamos convirtiendo en zombies profesionales que sólo reaccionamos ante estímulos primarios como el hambre, y que nos movemos en “manadas”, de reunión en reunión, poniendo argumentos y motivos a los nuevos compañeros sobre “por qué no se pueden cambiar las cosas”. Es como una serie de miedo. Pero veo mucho, muchísimo talento en las organizaciones que han entrado en este modo, fruto de la propia cultura e idiosincrasia interna de las grandes empresas, lo que hace que cualquier iniciativa de transformación o innovación simplemente no ocurra.
¿Quién es el responsable? Supongo que todos y nadie, supongo que la estructura, el tamaño, los controles necesarios para que todo funcione como alguien lo diseñó, que impiden que evolucione a cómo el mercado y los clientes demandan, son algunas de las causas sobre las que reflexiono con más profundidad sobre este tema en mi artículo Transformación Digital ¿por qué no ocurre?. Lo cierto que en un mundo donde el cliente ha cambiado tan drásticamente, el reto de las grandes empresas es seguir rápido a su cliente para no perderlo, y eso simplemente no está ocurriendo.
Da igual que hablemos de implantar una estrategia Customer Centric, Omnicanal, Transformación Digital o de cualquier tipo de estrategia que un consultor de gran reputación nos haya vendido como la solución a nuestros males, simplemente la propia cultura y organización rechazará el cambio, y enviará a todos sus ‘Working Dead’ en contra del mismo. Nadie quiere ser Working Dead, de hecho seguramente nadie es consciente de ello, pero lo cierto es que, como las meigas en Galicia, existir existen. Para mi este, y no otro, es el gran problema de las grandes empresas y sólo puede resolverse cambiando la cultura, la organización y eliminando los miedos que todos tenemos.
Estoy más que seguro que todo esto ya lo sabía Peter Drucker hace muchos años y por eso ahora tras mucho, mucho tiempo, empiezo a entender su célebre cita:
«Culture eats strategy for breakfast»
Lo que no dijo Peter Drucker es que: La cultura, a través de los Working Dead, se come la estrategia cruda y ¡con mucha, mucha sangre y vísceras!